¿Qué es el miedo en realidad? Me estuve preguntando últimamente, recordando las muchas ocasiones en mi adolescencia y juventud en que perdí oportunidades de vivir experiencias que hubieran sido de mucho provecho a mi persona, sólo por el miedo.
El concepto de miedo lo hemos considerado como una relación directa con situaciones desagradables. Con situaciones de rechazo o aversión que sentimos a que pase algo a nuestros seres queridos o a nosotros mismos.
Pero el miedo es una emoción tan auténtica y espontánea como cualquier otra. Yo diría incluso que es una de las emociones más vividas y experimentadas por la familia humana. Hay una peculiaridad sobre esta emoción de miedo, se suele considerar a las personas miedosas como más débiles, incluso menos fuertes.
Quizá el miedo es una emoción que hemos etiquetado con cierta imprudencia porque hay veces que nos cuesta comprender qué es esta emoción.
El miedo es una emoción fundamental para la supervivencia, es sin lugar a dudas necesario para los procesos de aprendizaje. Nos enseña a tener cuidado y a protegernos de situaciones, circunstancias, vivencias… Sin el miedo hubiéramos desaparecido
Pero el miedo no es algo natural e innato; es algo que vamos aprendiendo y agudizando con el
paso del tiempo. Los bebés sólo tienen miedo a los ruidos fuertes y a caerse.
El miedo razonable, debemos estimularlo y no lo debemos poner en el compartimento de emociones negativas. Si no sintiésemos miedo razonable, no nos sentiríamos vivos.
Trataríamos de vencer obstáculos con un golpe de valentía imprudente, cuando en mi opinión, ser conscientes de tener ese miedo razonable nos ayuda a prepararnos mejor, a ser más reflexivos, nos ayuda a lograr los objetivos.
Pero también existe otro miedo “el miedo patológico” como se denomina en psicología. Este miedo siempre va a ser real para la persona que lo sufre aunque en realidad no haya motivos claros para la presencia de esta emoción. Este es otro tema diferente. Lo cierto es que nadie va a dejar de tener miedo porque le digan que es un miedo ridículo.
La emoción de miedo se convierte en patológica, cuando nos impide hacer aquellas cosas que deseamos hacer o que con anterioridad podíamos hacer con normalidad. En este caso lo indicado es acudir al especialista.
“No tengas miedo a tener miedo nos ayuda a tener límites en la vida”
El miedo; un prejuicio.
• Miedo a fracasar
• Miedo al cambio
• Miedo al qué dirán los demás
• Miedo a no ser lo suficientemente bueno en algo
• Miedo al rechazo
• Miedo a salir de nuestra zona de confort
• Miedo a conocernos a nosotros mismos
• Miedo a decepcionar a personas que nos importan
• Miedo a la soledad
• Miedo a afrontar situaciones difíciles
• Miedo al riesgo
• Miedo a experimentar
• Miedo a dejar ir
Cuando afrontamos un miedo nuestro cerebro entra en un estado de alerta que intensifica todos nuestros sentidos.
El miedo es un prejuicio de que algo puede salir mal.
Es una fuerza extraordinaria que fácilmente nos puede aplastar; pero que sabiendo manipularla es capaz de romper cualquier barrera.
Poco a poco fui mostrando mis canciones a más personas, y cada vez me sorprendía más del poco fundamento que tenían mis miedos. Aquel miedo al rechazo fue dejando de aplastarme; aquel miedo a tener la atención de un grupo de personas fue desapareciendo, y pude usar su fuerza a mi favor para romper esa barrera. Llegue a tocar frente a muchas personas en un auditorio completamente lleno sin siquiera acordarme de que solía quedarme mudo frente a la clase cuando tenía que exponer una tarea.
Esa precisamente es la finalidad del miedo, ponernos en un estado de alerta para poder superar un obstáculo.
Hay quienes son paralizados por el miedo. Les impide tener carreras exitosas, relaciones significativas y duraderas. El miedo les impide explotar todo su potencial, desarrollar sus talentos y virtudes; tener una vida más emocionante y divertida.
El miedo es una fuerza que pasa por tu cuerpo, pero si dejas que se quede te puede ir consumiendo y quedarse con lo mejor de tu persona.
Muchos hablan de no sentir miedo, como si el ser humano fuera capaz de reprimirlo. Sólo alguien que ha perdido toda sensibilidad no sentiría miedo, pero además sería incapaz de experimentar cualquier otro sentimiento.
No tengas miedo de sentir miedo pero usa su poder para afrontar aquellas cosas a las que temes.
Los antiguos guerreros medievales de la caballería inglesa usaban espadas tan pesadas como una piedra; pero no era su filo lo que las hacía tan poderosas, sino su propio peso, que al ser balanceado de la manera correcta; era capaz de cortar las cabezas del oponente como si se tratara de una barra de mantequilla.
Eso es precisamente lo que debemos hacer al sentir miedo, usarlo a nuestro favor para cortar la cabeza de todo aquello a lo que tememos, y así tener una vida más plena y llena de buenas experiencias.
Ver el siguiente vídeo: "Enfrenta tus miedos"
A todos en algún modo nos afecta el qué dirán. Pasa siempre o en algunos momentos más que en otros. Y aunque no siempre está mal que así sea, es un temor que puede estar minando mis posibilidades de disfrutar mi felicidad. Y eso puede ser mucho, sobre todo si dura toda la vida.
Es un buen punto de partida reconocerlo cuando nos sucede y dimensionar el cuánto nos afecta ese miedo. En algún caso puede hasta ser justificado y quizás llegue a ser una de las funciones positivas de que el miedo exista. Por ejemplo, si hago o dejo de hacer algo por temor al qué dirán, ya que afectaría mi solvencia profesional, mi responsabilidad laboral, mi cercana relación afectiva, quizás entonces sea hasta aceptable que ese miedo conduzca mi accionar.
Claro que si es habitual, permanente o en todos los aspectos de modo tal que el miedo no me deje ser, entonces en algún momento puede ser la razón de una insatisfacción importante además de ser un obstáculo para sentir la alegría de ser feliz por reconocerme como soy y comportarme en consecuencia con ello.
La condición absoluta de que no me importa nada el qué dirán no puede ser una norma. Es preciso a veces contemporizar, para gestionar la empatía o para lograr un objetivo mayor. Es por ello necesario reconocer cuándo el temor al qué dirán me impide hacer algo importante o que en definitiva no me deja ser. Cuando tengo tanto temor que no me reconozco yo mismo en lo que hago y siento que en realidad estoy satisfaciendo el deseo de otra persona que me influye o de una opinión general que es algo cultural incorporado como patrón, es cuando más debo prestar atención.
Si deseara yo tener una fortaleza necesaria para actuar como quiero y no como temo, deberé enfocarme en cuánto me estoy queriendo, en cómo fortalezco mi autoestima, partiendo siempre del reconocimiento que soy una individualidad, un ser único, original, no nacido para igualarme a la mayoría, ni siquiera para someterme a los mandatos de una persona, sea ya familiar, el jefe u otra persona cercana en mi círculo afectivo.
Ver el siguiente video: Aceptarnos tal y como somos, conocer nuestras fortalezas.
Las relaciones que construyo son un entorno importante y necesario. Y generalmente proviniendo de ellas el qué dirán resuena más fuerte. El cómo acepto mi originalidad y mi permanente crecimiento y desarrollo, debe hacerme valorar el momento en que una relación no me será nutritiva, no me aportará lo que alguna vez hizo y quizás haya llegado el momento de asumir como lógica la distancia que se ha generado y establecer relaciones nuevas que aporten a este momento de la vida. Entonces estaré relativizando también las consecuencias de la opinión o del qué dirán cuando las genere esa anterior relación.
Del mismo modo, observar el cómo quiero a los que quiero, aun cuando no comparta todo lo suyo al cien por ciento quizás me permita aceptar alguna crítica o algún qué dirán, sin que sea tan rígido el resultado que se transforme en mí en una obligación de hacer o no hacer. Quiero a otros, en razón de ese afecto puedo haberle expresado mi opinión en contrario en alguna situación y no por eso lo quiero menos ni dejo de quererlo. En algún modo el qué dirán puedo llegar a admitir que exista y que no siempre modifique mi accionar impidiéndome ser como realmente pretendo.
Al considerar este punto de vista quizás esté encontrándome con otra de las dificultades, siendo muy conocida ésta, -el qué dirán- que impiden que se manifieste mi alegría interior. Ese estado de felicidad que tan bien me acompaña en la vida y que me da la oportunidad de buscar, encontrar y ejercer los modos de ser plenamente óptimos, fecundos, productivos. Y que aseguran la celebración permanente de estar felizmente vivos.
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